- El amor nunca tiene razones, y la falta del amor tampoco. Todo son milagros.
- ¡Qué raro y maravilloso es ese fugaz instante en el que nos damos cuenta de que hemos descubierto un amigo!
- Hay que unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos.
- Alguien que ama no insulta ni maltrata.
- Para que el que cree no es necesaria ninguna explicación: para el que no cree toda explicación sobra.
- Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está dispuesto, menos lo estará mañana.
- Todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede de nuestra falta de gratitud por lo que tenemos.
- Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti.
- Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.
- La esperanza es el sueño del hombre despierto
- El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas.
- Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.
- La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma
- El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo.
- Si comienza uno con certezas, terminará con dudas; mas si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas.
- El primer paso de la ignorancia es presumir de saber.
- Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van.
- La sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso; la virtud, en llevarlo a cabo.
- Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos.
- Las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman.
- La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.
- Un optimista es el que cree que todo tiene arreglo. Un pesimista es el que piensa lo mismo, pero sabe que nadie va a intentarlo.
- La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora.
- Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos.
- Con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren buenas obras.
- Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes.
- Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que perderlo sin tenerlo en cuenta.
- La fuerza del carácter con frecuencia no es más que debilidad de sentimientos.
- Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.
- Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.
- La primera virtud es frenar la lengua, y es casi un dios quien teniendo razón sabe callarse.
- Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar.
- Las infidelidades se perdonan, pero no se olvidan jamás.
- Quien cambia felicidad por dinero no podrá cambiar dinero por felicidad.
- Es difícil crear ideas y fácil crear palabras; de ahí el éxito de los filósofos.
- El futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga y sea quien sea.
- Purifica tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la miel más dulce se agria en un vaso sucio.
- ¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.
- La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande.
- La vergüenza de confesar el primer error, hace cometer muchos otros.
- El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil.
- Es necesario tener tanta discreción para dar consejos como docilidad para recibirlos.
- Sólo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés.
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