Francisco de Quevedo
(1580-1645) Francisco de Quevedo y Villengas. Escritor español
Considerado un maestro de la poesía barroca española
(1580-1645) Francisco de Quevedo y Villengas. Escritor español
Considerado un maestro de la poesía barroca española
- Vive sólo para ti si pudieres, pues sólo para ti si mueres, mueres.
- Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad.
- Los verdaderos grandes son los de ánimo grande.
- Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho.
- Soy un fue y un será y un es cansado…
- El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
- Los que de corazón se quieren, solo con el corazón se hablan.
- ¿Cómo puede morir de repente quién desde que nace ve que va corriendo por la vida y lleva consigo la muerte?
- El amor es fe y no ciencia.
- Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres.
- Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla.
- Bien acierta quien sospecha que siempre yerra.
- Ojos, no sé qué espero viendo cómo me tratáis; pues si me veis me matáis, y si yo os miro, me muero.
- El ciego lleva a cuestas al tullido… ande el pie con el ojo remendado.
- Vedamos a todo marido que ha sufrido el poder de hacer testamento, porque no es justo que tenga última voluntad en la muerte que no supo tener en vida.
- El ocio es la pérdida del salario.
- Lo más seguro es no ponerse en peligro.
- La posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta no se goza.
- Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga.
- La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.
- Todos anhelamos llegar a viejos y todos hemos negado que ya hemos llegado.
- El exceso es el veneno de la razón.
- Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo.
- Todo lo cotidiano es mucho y feo.
- Pero, cuando comienzan las desgracias en uno, parece que nunca se han de acabar, que andan encadenadas y unas traían a otras.
- En resumen, no solo las cosas no son lo que parecen, ¡ni siquiera son como se llaman!
- No es menos ofensiva arma la caricia en las mujeres, que la espada en los hombres.
- El amor es la última filosofía de la tierra y del cielo.
- Cuando el avaro dice: tengo un tesoro, el preso dice: tenga una cárcel.
- Apocarse es virtud, poder y humildad; dejarse apocar es vileza y delito.
- Estimado lector, que Dios lo proteja de los libros malos, la policía y las mujeres regañonas, con la cara lívida y el cabello rubio.
- El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.
- Quien no ama con todos sus cinco sentidos a una mujer hermosa, no estima a la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra.
- Lo mucho se vuelve poco con desear otro poco más.
- Pregunta a mi pasión y a mi ventura y sabrá que es pasión de mi sentido lo que juzga blasón de mi locura.
- No hay amor sin temor de ofender o perder lo que se ama, y este temor es enamorado y filial.
- Entre iguales son los beneficios firmes; entre sabores de fortuna, no está nuestra mortalidad segura.
- No hay rueda de tormento mayor que la presencia y vista de un padre a un hijo en la confusión de algún error grande.
- No quieres inmortalidad porque lo dudas, sino porque la temes.
- El rico come, el pobre se alimenta.
- Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
- Mal abriga al pobre la costumbre de no tener abrigo.
- Retirado en la paz de este desierto, junto con algunos libros, pocos pero sabios, vivo conversando con el difunto y escucho a los muertos con mis ojos.
- Siempre se ha de conservar el temor mas jamás se deberá mostrar.
- El amor a la patria siempre daña a la persona.
- Cada uno debe abrir los ojos y no fiarse del título de parentesco, ni aun de las mismas prendas de él, sino de las de amor y voluntad muy experimentado, porque no son los parientes más que como se tratan.
- Con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y con mis ojos oigo hablar a los muertos.
- Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra, que me llevare el blanco día.
- El amigo interesado mira a su amor propio; el verdadero, sólo al bien del amigo.
- El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos.
- ¿Quién los jueces con pasión, sin ser ungüento hace humanos, pues untándoles las manos les ablanda el corazón?
- No hace la codicia que suceda lo que queremos, ni el temor que no suceda lo que recelamos.
- Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
- Leer es escuchar a los muertos con nuestros ojos.
- Seré polvo, mas polvo en el amor.
- El árbol de la vida es la comunicación con los amigos; el fruto, el descanso y la confianza en ellos.
- No hay verdadero amor donde hay alguna sospecha.
- Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.
- Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.
- El que pasa tiempo arrepintiéndose del pasado pierde el presente y arriesga el futuro.
- No hay cosa que más avive el amor que el temor de perder al ser amado.
- La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos. La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles y artífice de los tiranos.
- Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez.
- A los hombres que están desesperados cásalos, en lugar de darles sogas; morirán poco menos que ahorcados.
- Me corazón es reino del espanto.
- Dijo la rana al mosquito desde una tinaja: más quiero morir en el vino que vivir en el agua…
- Creyendo lo peor, casi siempre se acierta.
- Trajeron caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que en comer una dellas peligrara Narciso más que en la fuente.
- No hay gusto más descansado que después de haber cagado.
- Poderoso caballero don Dinero.
- Haces lo que padeces y te imitas.
- Siempre hay quien ponga malos nombres a la virtud, más siempre son los que no merecen conocerla.
- No es dichoso aquél a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada.
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