Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527) fue un diplomático y filósofo político florentino
- Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
- El príncipe debe hacer uso del hombre y de la bestia: astuto como un zorro para evadir las trampas y fuerte como león para espantar a los lobos.
- Todos los profetas armados han triunfado; todos los desarmados han perecido.
- Cuando se hace daño a otro es menester hacérselo de tal manera que le sea imposible vengarse.
- El hombre olvida más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.
- Aunque el engaño sea detestable en otras actividades, su empleo en la guerra es laudable y glorioso, y el que vence a un enemigo por medio del engaño merece tantas alabanzas como el que lo logra por la fuerza.
- Un buen ciudadano, por amor al bien público, olvida las injurias personales
- Hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí, el segundo entiende lo que los otros disciernen y el tercero no entiende ni discierne lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil.
- Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y aquella parte de gloria que os corresponde.
- En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.
- No son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos.
- El odio produce temor, del temor se pasa a la ofensa.
- Todos los estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
- La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
- El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un estado libre y no mata a los hijos de Bruto, solo por breve tiempo conservará su obra.
- Es doblemente placentero mentir al impostor.
- Los hombres trabajan o por necesidad o por elección, y se sabe que la virtud tiene mayor imperio donde se trabaja más por necesidad que voluntariamente.
- El primer método para estimar la inteligencia de un gobernador es mirar los hombres que tiene a su alrededor.
- Los cimientos principales de todos los estados son las buenas leyes y las buenas armas, y no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas.
- El único medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla.
- El mejor procedimiento para sostener un estado consiste en poseer armas propias, halagar a los súbditos y mantener amistad con los vecinos.
- Donde hay buena disciplina, hay orden y rara vez falta la buena fortuna.
- Los hombres son tan simples y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deja engañar.
- En un gobierno bien constituido, la guerra, la paz y las alianzas son discutidas en tanto cuanto sirvan no para la satisfacción de unos pocos, sino para el bien común.
- Nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira.
- Se es odiado tanto por las buenas obras como por las infames.
- La paz con la esclavitud es más pesada carga que la guerra con libertad.
- El que quiere ser obedecido debe saber mandar.
- La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos.
- Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
- En tiempos de paz hay que pensar en la guerra.
- La política no tiene relación con la moral.
- De la misma manera que se necesitan las leyes para conservar las buenas costumbres, éstas son necesarias para el mantenimiento de las leyes.
- No pasa de ser natural que los príncipes deseen extender sus dominios, y cuando no intentan nada más que lo que pueden lograr, son aplaudidos. Sin embargo, si son incapaces de lograrlo, se les condena, y a decir verdad, no sin razón.
- Los pueblos, aunque ignorantes, son capaces de comprender la verdad, y fácilmente ceden cuando la demuestra un hombre digno de fe.
- Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.
- Es de gran importancia disfrazar las propias inclinaciones y desempeñar bien el papel de hipócrita.
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