Edmund Burke (1729-1797) fue un filósofo, político y escritor británico
Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.
Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.
- Las concesiones del débil son concesiones del miedo.
- La sociedad humana constituye una asociación de las ciencias, las artes, las virtudes y las perfecciones. Como los fines de la misma no pueden ser alcanzados en muchas generaciones, en esta asociación participan no sólo los vivos, sino también los que han muerto y los que están por nacer.
- La libertad sin virtud ni sabiduría es el mayor de todos los males.
- Pueblo que no mira atrás hacia sus antecesores, tampoco mirará hacia su posteridad.
- Hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud.
- Una guerra jamás deja a una nación en el mismo lugar en que la halló.
- La primera y la más simple emoción que descubrimos en la mente humana es la curiosidad.
- Bien sabido es que la ambición tanto puede volar como arrastrarse.
- Agradar cuando se recaudan impuestos y ser sabio cuando se ama son virtudes que no han sido concedidas a los hombres.
- La superstición es la religión de las mentes débiles.
- En una democracia, la mayoría de los ciudadanos es capaz de ejercer la más cruel represión contra la minoría.
- Quejarse de los tiempos en que vivimos, murmurar de los actuales gobernantes, lamentarse del pasado y concebir extravagantes esperanzas para lo futuro, todas ellas son disposiciones comunes a la mayor parte de los hombres.
- Ningún grupo puede actuar con eficacia si falta el concierto; ningún grupo puede actuar en concierto si falta la confianza; ningún grupo puede actuar con confianza si no se halla ligado por opiniones comunes, afectos comunes, intereses comunes.
- Alguien dijo que un rey puede hacer un noble, pero no puede hacer un caballero.
- Creen muchos que la moderación es una especie de traición.
- El que lucha contra nosotros nos refuerza los nervios y perfecciona nuestra habilidad.
- Nunca desesperes. Pero si a ello llegas, sigue trabajando a pesar de la desesperación.
- La libertad, y no la esclavitud, es el antídoto de la anarquía; de la misma manera que la religión, no el ateísmo, es el verdadero remedio de la superstición.
- ¡Qué sombras somos, y qué sombras perseguimos!
- Nadie puede hipotecar su injusticia como prenda de su fidelidad.
- Todos debemos obedecer a la gran ley del cambio. Es la más poderosa ley de la naturaleza.
- La edad del caballero ha pasado. Le ha sucedido la de los sofistas, los economistas, los calculadores; y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre.
- El que confunde el bien y el mal es un enemigo del bien.
- No hay que juzgar siempre de la generalidad de la opinión por el ruido de la aclamación.No puede aspirar a obrar grandes cosas sino aquel que tiene capacidad para sufrir mucho.
- Los hombres que se arruinan lo hacen siempre por el lado de sus inclinaciones naturales.
- Ya sé fue para siempre aquella sensibilidad de los principios, aquella castidad del honor, que sentía una mancha como una dolorosa herida.
- Las malas leyes son la peor especie de tiranía.
- Hay un momento límite en el que la paciencia deja de ser una virtud.
- ¡La prensa, el cuarto poder…!
- Cuando los malos entran en combinaciones, los buenos deben asociarse; de otra suerte sucumbirán uno por uno en un sacrificio sin piedad, en una lucha despreciable.
- La tiranía de una multitud es una tiranía multiplicada.
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