Friedrich Hölderin (1770-1843) fue un excepcional poeta alemán que supo fusionar la mejor tradición de la poesía clásica con el Romanticismo alemán
-¿Queríamos separarnos? ¿Era lo justo y lo sabio? ¿Por qué nos asustaría la decisión como si fuéramos a cometer un crimen?
-Las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas ni se convertirían en espíritu si no chocaran con el destino, esa vieja roca muda.
-¿No es más bella la vida de mi corazón desde que amo?
-La plenitud del mundo infinitamente vivo nutre y sacia con embriaguez mi indigente ser.
-¿Qué es todo lo que los hombres han hecho y pensado lo largo de miles de años, en comparación con un momento de amor?
-Hay un dios en nosotros que dirige el destino como si fuera un arroyuelo, y todas las cosas son su elemento.
-No hay nada que pueda crecer y perecer tan profundamente como el hombre.
-¿Qué sería la vida sin esperanza? Una chispa que salta del carbón y se extingue, o como cuando se escucha en la estación desapacible una ráfaga de viento que silba un instante y luego se calma, ¿eso seríamos nosotros?
-Ser uno con el todo es la vida de la divinidad, es el cielo del ser humano.
-Hay un olvido de toda existencia, un callar de nuestro ser, que es como si lo hubiéramos encontrado todo.
-Difícil cosa es soportar la desgracia, pero mucho más difícil soportar la felicidad.
-Deberías estudiar filosofía, aunque no tuvieras más dinero que el que hace falta para comprar una lámpara y aceite, ni más tiempo del que va desde la medianoche hasta el canto de gallo.
-El lenguaje es el bien más precioso y a la vez el más peligroso que se ha dado al hombre.
-Sagrada naturaleza. Siempre eres igual, en mí y fuera de mí, a lo divino que hay en mí. Ser uno con el todo, este es el vivir de los dioses; esto es el cielo para el hombre. Ser uno con todo lo que vive, y volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza, tal es el punto más elevado del pensamiento y de la alegría, es la sagrada cumbre de la montaña, es el lugar de la eterna calma, donde el mediodía pierde su bochorno, se desvanece de la voz del trueno, y el mar que se agita y se llena de espuma recuerda las ondas de un campo de trigo.
-Llamo al destino para que me devuelva mi alma.
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