Anatole François Thibault (1844 – 1924), conocido como Anatole France, fue un escritor, poeta y periodista francés. Irónico y escéptico.
- La timidez es un gran pecado contra el amor.
- Admiro el grado de fealdad que puede alcanzar una ciudad moderna.
- Una sociedad por nada exclusiva mente por hombres grandes resultaría poco numerosa y parecería triste. Los hombres grandes no pueden sufrir se unos a otros y apenas tienen espíritu. Es mejor que se mezclen con los pequeños.
- La moral es la regla de las costumbres.
- El porvenir es un lugar cómodo para colocar los sueños.
- Morir es tan sencillo y tan aceptable como nacer.
- Juzgamos las acciones humanas no por lo que son, sino por el disgusto o el placer que lo causan.
- La vida resulta deliciosa, horrible, encantadora, espantosa, dulce, amarga; y para nosotros lo es todo.
- No tengo ni mujer ni hijos, amores ni enfermedades, rico y frecuento la sociedad; puedo, por consiguiente, contarme entre los más dichosos.
- Lo admirable no es que existan las estrellas, sino que el hombre haya podido dar cuenta de su existencia.
- Las verdades que revela la inteligencia permanecen estériles. Sólo el corazón es capaz de fecundar los sueños.
- La inocencia es más a menudo una felicidad que una virtud.
- No hay que atarse demasiado a los bienes perecederos de este mundo y hay que saber abandonar lo que nos abandona.
- Prefiero los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría.
- Cada cual tiene la edad de sus emociones.
- En todo lo que nos rodea y en todo lo que nos mueve debemos advertir que interviene en algo la casualidad.
- Sabiendo sufrir se sufre menos.
- Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales.
- No se ama verdaderamente sino cuando se ama sin razón.
- Un buen retrato es una biografía pintada.
- El pasado es la única realidad humana. Todo lo que es, es pasado.
- Una tontería repetida por 36 millones de bocas, no deja de ser una tontería.
- La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor.
- Un diccionario es un universo en orden alfabético.
- El futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen.
- Es preciso matar el tiempo, bien mirado esta es la única ocupación de nuestra vida.
- Lo que los hombres llaman civilización es el estado actual de las costumbres y lo que llaman barbarie son los estados anteriores.
- No comprendo que un hombre se case, a mí que una mujer cometa semejante locura a una edad en que ya sabemos lo que nos conviene.
- Las más rudas tentaciones no las produce la presencia de una mujer, las produce la imagen de una mujer ausente.
- Nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas.
- La mayoría de los hombres que no saben qué hacer en esta vida, quieren otra que no termine nunca.
- No perdamos nada del pasado. Sólo con el pasado se forma el porvenir.
- Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento.
- La ironía es el júbilo y la alegría de la sabiduría.
- No seas jamás humilde con los soberbios, ni soberbio con los humildes.
- Es perjudicial consentir que otro realice servilmente aquello en que podemos emplear nos con hidalga libertad.
- La historia me ha enseñado que sólo aparecen los actos heroicos en las derrotas y en los desastres.
- La independencia del pensamiento es la más orgullosa aristocracia.
- Toda la justicia social descansa en estos dos axiomas: el robo es punible y el producto del robo es sagrado.
- Todos los orígenes tienen para nosotros el interés del misterio.
- Cuando se alza un poder ilegítimo, para legitimarlo basta reconocerlo.
- El arte de la guerra consiste en ordenar las fuerzas de tal modo que no puedan huir.
- En el arte como en el amor, basta con el instinto.
- Un buen crítico es aquel que narra las aventuras de su propia alma entre las obras maestras.
- Pedir una moral a la ciencia es arriesgarse a sufrir crueles desengaños.
- La verdadera historia es la de las máximas y las opiniones, más que la de las guerras y los tratados.
- La vejez conduce a una tranquilidad indiferente que asegura la paz interior y exterior.
- El cristianismo ha hecho mucho por el amor convirtiéndolo en pecado.
- Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales.
- Basta darle a un hombre un fusil con una bayoneta calada para que la una en el vientre del primer transeúnte y se transforme en héroe.
- Nunca un hombre hace feliz a otro. La felicidad es un manantial interior. Los hombres que se han ocupado de la felicidad de los otros han hecho desgraciados a los que han tenido al alcance. Lo mejor que podemos esperar de un apóstol o de un héroe es que no se dé cuenta de nosotros y nos pase por alto.
- La vida nos enseña que no podemos ser felices sino al precio de cierta ignorancia.
- Todos los libros cansan. Hasta los libros predilectos, los que uno relee, cansan. No leer sería una tendencia aprovechable si se pudiera hacer otra cosa.
- El artista debe amar la vida y convencernos de que es bella: Sin él, dudaríamos.
- Es preciso elevarse con las alas del entusiasmo. Si se razona, no se volará jamás.
- No hay gobierno popular. Gobernar es crear descontentos.
- El bien público está formado por un buen número de males particulares.
- La mujer es embellecida por el beso que ponéis sobre su boca.
- Una cosa sobre todo hace sugestivo el pensamiento humano: es la inquietud.
- De todos los vicios que pueden malograr a un estadista, la virtud es la más funesta: empuja al crimen.
- Los autores de revoluciones no pueden sufrir que otros las hagan después de ellos.
- La guerra y el romanticismo: ¡plagas espantosas!
- Cuando se ve una cosa bella, se quiere poseerla. Es una inclinación natural que las leyes han previsto.
- No se sabe quién goza más; si la mujer cuando se casa o el hombre cuando enviuda.
- Llamamos peligrosos a los que poseen un espíritu contrario al nuestro, e inmorales a los que no profesan nuestra moral.
- La justicia es la sanción de las injusticias establecidas.
- Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.
- De todas las aberraciones sexuales, la peor es la castidad.
- No es fácil derribar a los autócratas, pero en cuanto se tambalean sus más firmes sostenes los abandonan.
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